Torneo de silbador profesional mundial... WTF!!??

¿Sabías que existía esto?



Un navarro, aspirante a campeón del mundo de silbadores

El pamplonés José Julio Apesteguía compite la semana contra los mejores en esta especialidad en Japón

Entre el sonido de baterías, guitarras eléctricas y bajos destaca la melodía silbada del Concierto de Aranjuez. El contraste ya no llama la atención a los vecinos de sala, sobre todo a los más trasnochadores. Casi todos los días, a partir de las diez, el silbido de José Julio Apesteguía toma el pasillo de la planta de ensayos, en un polígono a las afueras de Pamplona. Esta semana toca pulir los últimos detalles antes de volar la que viene hacia Japón, donde disputará su tercer campeonato del mundo.

“Estoy haciendo un entrenamiento combinado, con un montón de canciones que sé que no voy a tocar; son minutos y rodaje con los que ganas cosas que luego sí necesitas en temas más exigentes”, indica Apesteguía, ‘top 5’ en el último torneo mundial, celebrado en septiembre en Los Ángeles. Su versión con banda del Johnny Be Goode de Chuck Berry fue uno de los momentos más destacados del certamen, con el público de la Barndsdall Gallery en pie acompañando su actuación. La culminación a muchas horas de trabajo y a un sueño de la infancia.

Autodidacta, Apesteguía aprendió a silbar con cuatro años y a partir de entonces ha sido su gran pasión. “Desde pequeño tenía clarísimo que era lo que quería hacer, es lo que más me gusta”, confiesa. Su don le llevó a participar en numerosos programas de televisión y conciertos pero no fue hasta que vio un reportaje sobre la competición mundial de silbadores cuando se lanzó al reto. Desde 2013 ha sido seleccionado para todas las fases finales aunque, por distintas circunstancias personales, sólo ha podido participar en dos en Estados Unidos.

Tras la gran experiencia de la última edición, volverá a medirse con los cincuenta mejores la semana que viene en Kawasaki (Japón). De estos, sólo diez accederán a la final, en un torneo al que acuden silbadores de once nacionalidades distintas, sobre todo estadounidenses y japoneses. El cetro depende de dos actuaciones –otras dos si se pasa de ronda-, divididas en las categorías de popular y música clásica.

El Libro de la Selva y el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo son sus bazas para la primera ronda, dos versiones muy personales que adapta a su gusto. Por encima de los alardes técnicos, Apesteguía destaca el valor musical. “Para mí lo importante ha sido siempre la canción, el transmitir sentimiento y conectar con el público por encima de las florituras: he visto llorar a gente en mis conciertos”, indica. Empleado de una empresa de gestión de comunidades de vecinos, prepara la cita en intensas jornadas que encaja a la salida del trabajo. Como un deportista profesional, entrena, supervisa cada detalle y hasta ha padecido lesiones, que le han llevado a pasar varias veces por masajistas. En la sala de ensayos graba sus entrenamientos para pulir las actuaciones y los planifica para llegar en buena forma a los torneos. Su silbido ha llegado a alcanzar un pico máximo de cien decibelios.

Apesteguía reconoce que su sueño sería vivir de su talento, algo que muy pocos en el mundo pueden permitirse y menos en España. En Estados Unidos, Japón y China hay afición y cuentan, por ejemplo, con escuelas de silbido. Uno de los casos que conoce es el de un anterior campeón del mundo estadounidense que trabaja en un circo. Sin embargo, Apesteguía tiene claro cuál sería el lugar idóneo para él: “Con una orquesta se podrían hacer cosas fantásticas, encajaría en teatros y sitios más bien pequeños donde el público puede percibir bien todo”.

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